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2025: El CENIE impulsa el camino hacia una sociedad longeva y consciente
2025 ha sido un año singular para el CENIE. No solo por la magnitud de los proyectos emprendidos, sino porque cada uno de ellos ha puesto en acción un conjunto de valores que definen nuestra identidad: rigor científico, conciencia social, cultura del cuidado, respeto por los territorios, ética del dato, ambición intelectual y una convicción profunda de que la longevidad es una oportunidad de país. Este año no se mide en actividades, sino en coherencia: entre lo que pensamos y lo que hacemos, entre la evidencia y la acción, entre la investigación y la vida real.
La longevidad no es un fenómeno que se contemple; es un territorio que se construye. Y el CENIE ha demostrado que vivir más tiempo no es un éxito colectivo si ese tiempo no se llena de bienestar, participación y sentido. Por eso, el primer valor que recorre todo nuestro trabajo es la Longevidad Consciente: una manera de entender que la vida extensa solo es valiosa cuando es elegida, cuidada y sostenida por instituciones, comunidades y territorios que acompañan. Este año, esa idea ha dejado de ser un concepto inspirador para convertirse en criterio operativo.
El segundo valor es la ciencia con propósito. Nada de lo que hemos desarrollado —desde los estudios sobre esperanza de vida saludable hasta los análisis sobre cuidados, bienestar territorial o acción comunitaria— se ha concebido como producto académico aislado. La ciencia que impulsa el CENIE es una ciencia que se pregunta para qué sirve, cómo mejora vidas, cómo orienta políticas y cómo reduce desigualdades. En 2025 hemos demostrado que es posible combinar excelencia metodológica con utilidad pública, y que la distancia entre laboratorio y territorio puede reducirse cuando la investigación nace con vocación de impacto.
Junto a ello, el CENIE ha defendido la prevención como cultura de vida. En una sociedad longeva, prevenir ya no es un acto sanitario puntual: es una forma de organización social. Prevención significa detectar fragilidad antes de que se instale; fortalecer redes comunitarias antes de que surja la soledad; promover hábitos saludables antes de que aparezca la dependencia. Este año hemos impulsado proyectos que anticipan, que detectan, que acompañan. La prevención se ha convertido en una ética compartida: cuidar el futuro de todos a través de acciones pequeñas, constantes y significativas.
Otro valor decisivo ha sido el respeto y la escucha a los territorios. La longevidad no se vive igual en un pueblo de Ourense, en un barrio urbano de Salamanca o en una aldea del distrito de Bragança. Por eso el CENIE ha trabajado este año desde el territorio y con el territorio. Hemos demostrado que las provincias envejecidas no son escenarios del pasado, sino laboratorios sociales del futuro. Donde otros veían declive, nosotros hemos visto resiliencia; donde otros hablaban de pérdida, nosotros hemos encontrado comunidad. Esta mirada ha guiado proyectos que analizan el bienestar territorial, acompañan a las comunidades y construyen herramientas científicas que miden cómo se vive —no solo cuántos viven— en cada lugar.
A esa sensibilidad territorial se une otro de nuestros valores centrales: la dignidad del cuidado y la interdependencia como fundamento social. El CENIE ha insistido en que cuidar no es un sacrificio privado, sino una infraestructura pública esencial. Que la interdependencia —reconocer que necesitamos a otros y otros nos necesitan— no es una carga, sino una fuerza. En 2025 hemos trabajado para visibilizar el cuidado, dignificarlo y profesionalizarlo, pero también para recordar que la comunidad desempeña un papel insustituible en el bienestar.
El progreso que buscamos debe sostenerse también en la ética del dato. En un tiempo donde la tecnología avanza con rapidez, el CENIE ha mostrado que es posible construir ecosistemas basados en inteligencia artificial, análisis avanzado y espacios de datos sin renunciar a la privacidad, la seguridad y la equidad. La tecnología que promovemos no extrae: protege. No vigila: comprende. No sustituye: acompaña y anticipa. Esta ética del dato, que hemos reforzado en 2025, será clave para integrar ciencia, gobernanza y ciudadanía en los próximos años.
La longevidad también necesita cultura. Por eso uno de nuestros valores esenciales es la cultura como palanca de transformación social. La ciencia explica, pero la cultura conmueve, inspira y moviliza. Las exposiciones, las ilustraciones, los ensayos, las fotografías y los actos públicos de este año han renovado la percepción social de la longevidad, rompiendo estereotipos y mostrando que la vida extensa no es una renuncia, sino un horizonte creativo. La cultura es, para el CENIE, parte de la política pública ampliada: una forma de sembrar nuevas miradas.
Del mismo modo, 2025 ha reafirmado la comunidad como unidad mínima de bienestar. Ninguna sociedad longeva es sostenible sin vínculos humanos. Ninguna política pública sustituye el efecto de una comunidad cohesionada. Los proyectos centrados en combatir la soledad no deseada y en fortalecer las redes de proximidad han demostrado que acompañar es prevenir, que escuchar es cuidar y que el bienestar necesita raíces humanas, no solo estructuras institucionales.
Finalmente, hemos actuado guiados por la corresponsabilidad intergeneracional. La longevidad no es un asunto de mayores: es un pacto entre generaciones. Reorganizar el tiempo del trabajo, redistribuir oportunidades, redefinir trayectorias vitales y garantizar que el bienestar no dependa de la fecha de nacimiento son elementos esenciales del futuro inmediato. Este año, el CENIE ha defendido que cada generación aporta una parte de la solución, y que la sociedad que queremos construir exige cooperación entre edades, no separación.
Y hay un último valor, transversal a todos los anteriores, que merece un reconocimiento explícito: la cooperación como fundamento del progreso. Nada de lo que hemos conseguido en 2025 habría sido posible sin el apoyo del Programa de Cooperación Transfronteriza INTERREG (POCTEP). Su respaldo financiero e institucional no solo ha permitido desarrollar proyectos de frontera —en el sentido territorial y en el sentido innovador del término—, sino que ha hecho viable la creación de un ecosistema ibérico de conocimiento, datos y bienestar. El CENIE expresa su agradecimiento profundo a POCTEP, porque su compromiso ha convertido una visión compartida en una realidad operativa.
Mirado en conjunto, 2025 no es solo un año de logros: es un año de identidad. El año en que los valores del CENIE dejaron de ser principios inspiradores para convertirse en estructura, método y cultura de trabajo. Un año que confirma que la longevidad, cuando se aborda con ciencia, ética y humanidad, no es un reto que gestionar, sino una oportunidad que aprovechar. Un proyecto que no pertenece a una generación, sino a todas. Y que apenas empieza.